El desempeño en un deporte es considerado por diversos
autores como un producto de la relación entre las capacidades específicas de
los jugadores y el proceso específico al cual, a lo largo de su vida, fueron
sometidos.
Esta idea esta sustentada por la teoría de la “práctica
deliberada” de Ericsson (1993) que sostiene que el desempeño no solo tiene que ver con el
talento, sino también con la calidad y cantidad de actividades realizadas en un área específica. Es decir,
la calidad de un deportista depende de
la cantidad de horas de práctica de esa actividad, del esfuerzo y de la concentración
puestas en dicha actividad y sobre todo de la calidad del proceso de enseñanza – entrenamiento al que fue sometido.
Partiendo de la idea de que el conocimiento específico es
uno de los aspectos fundamentales en el desempeño de los jugadores de fútbol, es pertinente organizar y dar formato a esos conocimientos, como un proceso
de operacionalización que promueva un mayor desenvolvimiento cualitativo de los
mismos.

De acuerdo con esta perspectiva, en el fútbol, el
conocimiento específico del jugador, a través de sus diferentes formas de manifestación,
se asume como elemento fundamental en el desempeño de éste. Por eso
uno de los objetivos fundamentales del
proceso de entrenamiento debe ser fomentar la posibilidad de transmisión y de adquisición
de esos conocimientos específicos, colectivos e individuales, del equipo y de
los jugadores, para de esa forma aumentar su calidad de desempeño.
El proceso de entrenamiento en el fútbol, a lo largo de los
años, siempre ha enfatizado la dimensión fisiológica o la desintegración de las otras dimensiones, en lugar de crear una interacción específica de las mismas. Esas diferentes perspectivas repercuten en los aprendizajes y consecuentemente en los conocimientos específicos
que los jugadores van adquiriendo y ésto repercute en sus desempeños
colectivos e individuales.
De esta forma siendo el entrenamiento el principal medio de transmisión
de conocimientos, existe la necesidad de direccionarlo para potenciar lo mejor
posible el amento de los conocimientos de los jugadores. Cuando el proceso de entrenamiento tiene como principal objetivo
mejorar las capacidades fisiológicas de los jugadores, la mejora de los
conocimientos específicos surge como un aspecto secundario y muchas veces son presentados
de forma descontextualizada.
Otra forma de dirigir el proceso de entrenamiento es a través
del determinado “Entrenamiento Integrado”
(Anton 1998). Esta concepción tiene como objetivo integrar las diferentes
dimensiones para evidenciar la identidad y especificidad del deporte, en nuestro
caso, el fútbol. Esta metodología es una evolución significativa, teniendo en
cuenta que el juego asume su conducción. Sin embargo este abordaje tiende a ser abstracto
en su contenido ya que su construcción parte del juego en general, “El juego crea el entrenamiento”.
Diferentes trabajos y experiencias de diversos autores
(Guillerme Oiveira-1999, Rui Faria-1999, Victor Frade-2002) nos conducen a la
idea de que el proceso de entrenamiento que mejor potencializa el
desenvolvimiento de los conocimientos específicos de los jugadores, es el que
privilegia la creación de una interacción específica con organización fractal
entre las diferentes dimensiones, siendo la “dimensión Táctica” la generadora de esa interacción.
Se entiende por organización fractal a la forma en la que el
proceso es construido. Una definición simple de fractal es que éste es una
parte invariable de un sistema, que en virtud de su estructura y funcionalidad
es representativa de un todo. La organización del proceso de entrenamiento debe
evidenciar estas características. Todo lo que se fragmente debe ser
representativo de la especificidad de la manera de jugar de un equipo.

Se debe entender por dimensión Táctica la que se manifiesta a través
de la interacción de las dimensiones Técnica, Física y Psicológica en una acción
de juego. En este sentido, la dimensión táctica por si sola no existe, ella solo
se evidencia cuando se manifiesta a través
de las otras tres. Cualquier acción de juego está condicionada por una interpretación
que requiere una decisión (dimensión táctica), una acción o habilidad motora (dimensión
técnica) que exige un determinado movimiento (dimensión física) y que fue
direccionada por estados volitivos y emocionales (dimensión psicológica). Las acciones
realizadas son condicionadas por los conocimientos específicos que
permanentemente requiere la interacción de las diferentes dimensiones.
La formación de este proceso no está centrada en el deporte
propiamente dicho, pero si en un proyecto colectivo individualizado, en que
todos los comportamientos deseados para el equipo y los diferentes jugadores,
tengan un contexto y un sentido específico. Es decir en la forma que queremos
que nuestro equipo juegue.
Este proceso de entrenamiento tiene como principal objetivo
el desenvolvimiento integral del jugador, a través de una mejor comprensión del
juego en sus diferentes momentos. Pretende desenvolver los conocimientos específicos
de los jugadores, colectiva e individualmente, contextualizados dentro de un
proyecto específico de juego, con la finalidad de que esto logre una mejor
calidad de juego, sin olvidarse que estos conocimientos son manifestados por la
interacción permanente de las diferentes dimensiones a través de los
comportamientos que se pretenden para las diferentes situaciones de juego. En
esta concepción a diferencia de la Integrada es el entrenamiento el que determina la manera de jugar.
Fuente: "Aportes para la definición de una matriz dinámica de procesos de enseñanza - aprendizaje/entrenamiento del juego". Guilherme de Oliveira (2004).